Ubicada en el corazón de Abancay, esta rectoría es más que un templo: es un santuario de consuelo para el pueblo. El Señor de la Caída, con su rostro sereno y dolido, es imagen que ha calado profundamente en la espiritualidad de los fieles. No hay abanquino que no haya detenido su paso alguna vez para encomendarle sus penas, sus luchas o simplemente agradecerle.

El templo, de arquitectura moderna y sencilla, se distingue por su fachada clara y su altar presidido por la imagen titular: Jesús en el momento de su caída camino al Calvario. Es una representación que invita al recogimiento, a reconocer la fragilidad humana y a confiar en la redención.

La actividad pastoral se concentra especialmente en el Viernes de Dolores, antes de la Semana Santa, donde miles de fieles participan en la tradicional procesión del Señor de la Caída, una de las más concurridas de la ciudad, donde el Señor es llevado en hombros hasta encontrarse con su madre, representada por la Virgen Dolorosa que viene de la Catedral del Sagrario de Abancay, y se encuentra con su hijo en la Av. Díaz Bárcenas en una ceremonia hermosa y significativa que, muchas veces, arranca lágrimas de emoción a los participantes al recordar el calvario de Jesús y la gran congoja de su santa madre.

Su fiesta patronal es el 13 de enero (puede variar) y las celebraciones se inician el día de la víspera y al día siguiente viene la misa y procesión en andas de la imagen del Señor de la Caída, con acompañamiento de una banda de músicos, que congrega una numerosa cantidad de fieles abanquinos. Los mayordomos y/o carguyoc son vecinos de familias tradicionales de la ciudad, generalmente del barrio de La Victoria. Se culmina con la quema de fuegos artificiales y castillos de todos los tamaños

Este templo no es parroquia, es una Rectoría, pero funciona como un verdadero faro espiritual en la ciudad, especialmente para quienes buscan reconciliación, consuelo o una pausa en medio del ajetreo diario. La rectoría está atendida por un sacerdote dedicado exclusivamente al templo, con apoyo de religiosas y laicos comprometidos.

También hay adoración eucarística, confesiones y una presencia constante de oración silenciosa durante todo el año.