Templos y Parroquias

Señor de Illanya de Abancay

Santuario del Justo Juez, Patrón Jurado de Abancay

A pocos kilómetros de la zona urbana de Abancay, en la parte baja de la ciudad, se encuentra un templo que es centro de profunda devoción: el Señor de Illanya. Sin ser parroquia, es una Rectoría Ubicada en una zona que antiguamente era rural y que hoy avanza con paso firme hacia la urbanización, este santuario conserva un aire de recogimiento y silencio que lo hace único en medio del bullicio moderno.

El templo formó parte, en su origen, de una antigua hacienda llamada Illanya, construida sobre un espacio que —según la tradición local— habría sido en tiempos prehispánicos un lugar sagrado o waca, donde se rendía culto a la luz y al amanecer. De ahí el nombre “Illanya”, posiblemente derivado del quechua illa o illariy, palabras que evocan el resplandor del alba, el brote de luz que renace entre cerros.

En medio de ese paisaje natural cargado de memoria, se erige el actual templo, modesto en su arquitectura, pero grande en significado. Fue la capilla de la hacienda, y con el paso del tiempo se transformó en rectoría, bajo el cuidado pastoral directo del obispo. No tiene límites parroquiales propios, pero abre sus puertas a todos: enfermos, peregrinos, devotos, familias… Nadie se siente forastero ante el Justo Juez.

La imagen titular —el Señor de Illanya— representa a Cristo flagelado, sentado, coronado de espinas, con una expresión que mezcla dolor y majestad. Su origen exacto se desconoce, y eso mismo alimenta el misterio y la veneración: es un Cristo que “siempre ha estado”, como la fe que no se impone, sino que se hereda.

Fue especialmente durante una plaga de langostas en la década de 1950 cuando la devoción alcanzó su cénit. El pueblo subió al templo a clamar clemencia… y la plaga cesó. Desde entonces, el Señor de Illanya fue declarado Patrón Jurado de Abancay, y cada Viernes Santo su nombre se multiplica en los labios de los fieles.

Hoy, mientras las casas van poblando poco a poco los alrededores del santuario, el templo se mantiene como un faro espiritual. Cada viernes del año, sus puertas se abren para recibir oraciones. Y aunque no tenga la organización completa de una parroquia, su vida pastoral es constante: misa, confesiones, adoración, momentos de silencio.

En tiempos en que el ritmo urbano gana terreno, Illanya sigue siendo un espacio de pausa, un altar donde el tiempo se ralentiza y el alma recuerda lo esencial. Aquí, en la parte baja de Abancay, donde los cerros aún susurran su historia, el Justo Juez sigue sentado… y sigue escuchando.

Hugo Viladegut no dice:

Es Viernes Santo.
"El Cristo del Alba" de mi amada Abancay, sale en hombros de sus feligreses a bendecir a sus hijos.
En realidad se llama "El Señor Justo Juez de Illanya, patrón jurado de Abancay"
Nombre que viene de un tiempo ignoto.
Fecha perdida en los revoltijos de la memoria colectiva.
Los abanquinos de Abancay y llegados de otras latitudes, han ido a recibirlo al rayar el alba.
Esperan con ansias al Cristo flagelado, cada uno con su cargamento de quejas y esperanzas.
Unas son reclamaciones por promesas incumplidas, otras son gracias por los milagros recibidos.
También se elevan quejas pidiendo justicia.
Esperanzas que se abren y que con la bendición del santo patrón buscan cumplirse.
Los Viernes Santo son de profunda fe desde muy temprano en Illanya.
Cientos de generaciones y por muchos años, han cumplido este rito.
Acompañan al Cristo del Alba en su recorrido por los campos adyacentes a la capilla.
Los contrayentes y esponsales agradecen la paz, la salud y el trabajo.
Los agricultores el agua y la cosecha.
Y todos agradecen por la vida y la familia que les ha tocado.
El Cristo jurado miles de veces, escucha a su feligresía.
Avanza en medio del gentío.
Unos quieren tocarlo, otros cargarlo.
Lograrlo, ilumina y tranquiliza las desesperanzas y tribulaciones.
Se recuerdan y se renuevan los juramentos y promesas.
Cada concurrente busca la paz, pide una gracia o musita un agradecimiento.
Cada feligrés es una historia... la narrativa personal de una novela.
Mientras la historia de los juramentos crece en el tiempo.
La imagen del Cristo flagelado escucha a sus hijos.
Crece la fe para quienes nacieron bajo el cielo añil de Abancay.
Se abren nuevas esperanzas para quienes retornan al lar de sus recuerdos.
Es Viernes Santo y nuestro Patrón Jurado, el Señor Justo Juez nos bendecirá.
Hará posible el diálogo edificante para encontrar salidas a nuestros problemas.
Atravesamos por una y mil dificultades casi todas solucionables.
Hace falta sentarnos y ponernos de acuerdo.
Cuando reclamamos un derecho, debemos ubicarnos en el respeto.
Sin respeto habremos perdido el derecho, la vida civilizada y la paz.
Pidamos por el diálogo. Por los acuerdos. Por la justicia y la paz.

Titular (Párroco o Capellán)

Manuel Jesús Ocsa Oyanguren

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