Un refugio de fe entre campanas y montañas
En las alturas que rodean a Andahuaylas, en un paraje donde el viento parece tocar las piedras como si fueran campanas, se encuentra la Rectoría del Señor de Campanayocc. Su nombre —quechua y musical— alude, según la tradición oral, a la presencia de campanas antiguas cuyo tañido, se dice, se escuchaba sin que nadie supiera de dónde venía. En ese lugar de misterio y devoción se levantó el templo, humilde en sus orígenes y hoy custodio de una fe que resiste el paso del tiempo.
A diferencia de una parroquia, esta rectoría no posee límites jurisdiccionales definidos ni una comunidad parroquial organizada bajo esa figura. Depende directamente del obispo y es atendida por un sacerdote rector, cuya misión es custodiar el templo, celebrar los sacramentos y acompañar espiritualmente a quienes acuden desde Andahuaylas y comunidades cercanas.
El templo actual, aunque sencillo, tiene una fuerza espiritual que se palpa en el silencio. Está rodeado por el verdor de los cerros y por caminos que aún conservan el polvo de antiguas romerías. Allí se venera con profunda devoción al Señor de Campanayocc, una imagen que representa a Cristo en su Pasión. Aunque su historia no está documentada con exactitud, la devoción creció especialmente en torno a las procesiones de Semana Santa y celebraciones penitenciales.
La rectoría cumple una función muy especial: no es centro de paso, sino de encuentro. Muchos fieles suben en busca de consuelo, para rezar un rosario, encender una vela, o simplemente mirar al Cristo que sufre con ellos. Es común que los pobladores de Andahuaylas hagan promesas al Señor en tiempos de dificultad, y que regresen en peregrinación para cumplirlas.
Este templo es también signo de resistencia espiritual: aunque los años y las circunstancias cambien, el Señor de Campanayocc sigue allí, esperando al que llega sin prisa, al que necesita consuelo, al que busca escuchar el eco de su fe entre las colinas.
