En la ciudad de Abancay, entre montañas que parecen custodiar secretos celestiales, resuena cada año el eco suave y penetrante de un lamento que es amor y fortaleza: es el canto silente de los fieles que acompañan a la Virgen Dolorosa, Madre de los Dolores, Reina del Calvario, Señora de los corazones traspasados.
Su imagen —frecuentemente representada con siete puñales clavados en su pecho virginal— encarna la memoria viva de los dolores sufridos por la Madre del Redentor, no solo al pie de la cruz, sino también en los misterios sombríos y luminosos de la infancia de Jesús: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del Niño en el Templo… cada episodio, una herida; cada herida, un acto de entrega.
La devoción popular abanquina, tan íntimamente unida al corazón de María, encuentra en ella consuelo, guía y compañía, sobre todo en los momentos de sufrimiento. Las almas atribuladas la buscan en las novenas, la veneran en procesiones llenas de recogimiento, la invocan en los altares familiares, donde su mirada serena consuela, incluso sin palabras, las angustias más profundas.
El pueblo no olvida que María Dolorosa estuvo en pie junto a la cruz, sin desmayar en la fe, como estandarte silencioso del amor que no abandona. Su Stabat Mater, ese estar firme en el dolor, ha inspirado siglos de arte, de poesía, de liturgia y de oración. Y también ha engendrado en Abancay una cofradía espiritual sin paredes ni fronteras, formada por madres, hijas, ancianas y jóvenes, por hombres también que han aprendido del dolor sin amargura y de la esperanza sin estridencia.
Cada Semana Santa, el corazón del pueblo se une al corazón herido de María. Ella es llevada en procesión el Miércoles Santo, en la Procesión del Encuentro, donde se halla con el Señor de la Caída en la avenida Díaz Bárcenas, y nuevamente el Viernes Santo, tras la urna donde yace el Señor del Santo Sepulcro.
Y allí, en ese encuentro de lágrimas y luz, los abanquinos vuelven a decirle con voz temblorosa pero cierta:
“Oh Madre Dolorosa, enséñanos a sufrir amando, y a amar aun en el dolor.”
Este es un grupo de devotos que desde hace un tiempo cuenta con el apoyo de jovenes con la misma devocion, decidieron no tener jerarquías ni cargos, solamente las obligaciones que, como ellos manifiestan, la Virgen les dicta.
