Palabras del Pastor

LEÓN XIV, UN PAPA QUE WHATSAPEA

por | 12 May 2025 | Reflexiones | 0 Comentarios

Amigos, ¿sabían esto? ¡Estamos ante un Papa que wasapea!
–“Santidad, todo Abancay conmigo explotando de gozo. Oramos por sus intenciones siempre y pedimos su bendición. Tu es Petrus (Tú eres Pedro)” –escribió Mons. Gilberto, Obispo de Abancay, al WhatsApp del Papa León XIV.
–“Bendiciones, gracias por las oraciones” –le respondió él.
Y Mons. Gilberto escribe con mayúscula: “EL PAPA LEÓN NOS BENDICE”.

El jueves 8 de mayo los sacerdotes de la diócesis de Abancay hicimos una pausa para orar en un retiro espiritual y discernir los asuntos pastorales. Esta vez, el evento se llevó a cabo en la parroquia de San Pedro de Andahuaylas. Mientras viajábamos por la serpenteante pista, pensaba que, orando con toda la Iglesia, “estábamos yendo a elegir al Papa”.
En la parroquia de Andahuaylas, antes del retiro, mi mirada se detuvo en la solitaria chimenea que se erguía sobre el tejado. Capturé la imagen y la compartí en nuestro grupo: con el lienzo azul del cielo, salpicado de nubes blancas, la chimenea parecía exhalar el Humo Blanco que anunciaba la elección del sucesor de San Pedro.
En la meditación, desgrané el mensaje del Papa Francisco para la Jornada de oración por las vocaciones del IV domingo de Pascua, enfatizando la necesidad de orar y fomentar las vocaciones, especialmente las sacerdotales. “¡Ánimo, hermanos! Sin sucesores, ¿quién nos podrá enterrar?, ¿quién rezará por nosotros?”.
Al final, percibí cierta agitación entre los presentes. El Padre Moisés me susurró: «Ya hay Humo Blanco». ¿Debíamos posponer la concelebración hasta después del ansiado Habemus Papam? La mayoría optó por seguir con la Eucaristía, incluso en la incertidumbre de la identidad del nuevo Vicario de Cristo. En ese instante, me llamó un amigo, con la autoridad de fuentes bien informadas, y me comunicó con gran certeza que el Cardenal Parolín era el elegido. “Muy interesante —repliqué con una pizca de ironía—, pero el Espíritu Santo se lucirá». Y nos fuimos a celebrar la Misa.

Al finalizar la ceremonia, el Padre Mario me susurró que el Papa era el Cardenal Prevost, con el nombre de León XIV. Mi mente no terminaba de asimilar que el ex obispo de Chiclayo, quien pasó más de una vez por Abancay y también hace siete años rumbo a Chuquibambilla, era ahora el Santo Padre. Invité a mis hermanos a elevar un Credo unánime, deseando que el Papa León XIV, sucesor de Pedro, confirme en la fe a sus hermanos, tal como lo hizo San León Magno en el Concilio de Calcedonia (451 d.C.).

También yo devolví la llamada a aquel amigo con conexiones directas en el Vaticano y le dije: “Amigo, creo que tu don profético necesita un ajuste”. Confieso que, días antes, ante la pregunta insistente de periodistas sobre el color del futuro Romano Pontífice –negro, azul, blanco o amarillo–, respondía que “el Espíritu Santo se lucirá, ya lo verás”. Los analistas y los vaticanólogos se equivocaron de “cabo a rabo”, ¿no?

Ayer, al verme, unos amigos comenzaron a hablar del Papa León XIV. Pero sus apreciaciones eran solo terrenales, ancladas en lo sociopolítico, en las etiquetas de izquierda y derecha, en los entresijos de la Iglesia, y sostenían que la elección de un norteamericano respondía a intereses financieros vaticanos… En eso, “¡no se amargue, padre!”, me espetó uno con sorna. Ya era hora de irme y los interrogantes quedaron suspendidos. “Me gusta discutir y analizar hasta el fondo las cosas”, me confesó uno de ellos. En efecto, me gustaría hablar con él, pero entiendo que no entenderá.

Desde su origen, a imagen de su Fundador, la Iglesia siempre ha sido, es y será signo de contradicción (Lucas 2, 36). Y para colmo, aquellos mismos que fueron instruidos por el divino Maestro, sin entender su misión, discutían sobre quién era el más importante (Lucas 9, 46-49); otros, como los de Emaús, desertaban decepcionados porque lo creían un libertador sociopolítico (Lucas 24, 13-35). Y en el umbral de su ascensión a los cielos, le cuestionaban: “¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” (Hechos 1, 6).
En fin, para el observador sin fe, la Iglesia parece solo una institución meramente humana, muy humana, sujeta a errores y debilidades. Sin embargo, para el creyente, la Iglesia es el rebaño guiado por el Espíritu Santo, con Pedro presente en la persona de León XIV como su cabeza visible. En este sentido, la afirmación ‘Pedro ha hablado por la boca de León’, proclamada en Calcedonia, sigue vigente en León XIV: confirmar a los fieles en la fe de Pedro, el primer apóstol.